"Una dulce enemistad" Scorpius / Lily.
|Capítulo 2 |
¡Clik here! ↓
|Capítulo 2|
Scorpius Malfoy avanzaba con lentitud. Una niebla envolvente todavía se adhería al suelo húmedo de rocío y él estaba empapado por el cruce del segundo de los dos ríos Esk. Venía cansado por la falta de sueño y la dura cabalgata hacia el sur. Habían tenido que desviarse más de un kilómetro y medio hasta encontrar un vado poco profundo por donde atravesar el río. Considerando todas esas cosas, venía de muy mal humor. Y no podía calmar su inquietud. Había algo equivocado en todo esto pero él no sabía qué podía ser.
Venía solo, pues a sus hombres los había dejado envueltos en la niebla matinal junto al borde del río. Scorpius, su primo y Black Zabini se habían separado a fin de examinar el área en busca de señales de posibles emboscadas. Era algo que él hacía siempre cuando se esperaba una incursión, no como muestra de coraje pese a que estando solo corría peligro de que lo capturaran, sino porque el bienestar de los hombres de su clan era responsabilidad exclusiva suya. A ninguno de sus hombres le pediría que hiciera lo que él no fuese capaz de hacer.
La niebla se arremolinó y abrió delante de él impulsada por una brisa suave, y por un instante reveló un pequeño valle arbolado que se abría no muy lejos ante él. En seguida la niebla volvió a cerrarse y la visión desapareció. Scorpius siguió cabalgando en dirección al pequeño valle; los árboles eran un cambio agradable después de los páramos desolados y las colinas cubiertas de brezo.
Nunca antes había estado tan al este en las tierras de Potter. Tampoco nunca había realizado incursiones contra los habitantes de las Tierras Bajas en primavera. La época apropiada para las incursiones era el otoño, cuando los ríos corrían caudalosos pero poco profundos y el ganado estaba gordo y en óptima condiciones para el mercado después de haberse alimentado con la abundante hierba del verano. Siempre había cruzado el río en línea recta con Tower Esk, el hogar de Harry Potter. Esta vez, las aguas crecidas lo hicieron imposible. Pero no tuvieron muchas demoras y él confiaba en que los atacantes les llevaban de ventaja menos de una hora, aunque él y sus hombres no habían descubierto sus huellas. No les daría tiempo para celebrar la victoria.
La cólera de Scorpius estaba en conflicto con su sentido común. No cesaba de hacerse preguntas sobre la prudencia de su decisión de dirigirse sin más reflexión hacia el sur. Había reaccionado a los pocos hechos que tenía. En verdad, no habría podido hacer otra cosa. Los muertos exigían que él los vengara. Un trozo de tartán exigía que fuera hacia el sur. Y, sin embargo..., ¿por qué? Hubiera dado cualquier cosa para tener más pruebas. El acto le parecía con la locura. ¿Estaba seguro de lo que hacía?
La falta de seguridades lo corroía interiormente y le hacía pensar sombríamente en la tarea que tenía por delante. Harry Potter no podía ignorar que Scorpius tenía poder para borrar de la faz de la tierra a todo su clan. Los Malfoy podían hacerlo solos pero contaban, además, con la alianza de dos poderosos clanes del norte como fruto de los casamientos de las dos primas de Scorpius.
Más de quinientos hombres podrían ser reclutados si llegaba a ser necesario. El no tan viejo Potter debía de saberlo. Había sabido de la primera alianza hacía ahora tres años y de la segunda poco después que murió el padre de Scorpius y Scorpius lanzó su primera y última incursión punitiva contra los Potter como nuevo jefe del clan Malfoy. Potter no tomó represalia alguna después de aquel ataque pese a que el mismo le costó veinte cabezas de ganado bovino, siete caballos y casi un centenar de ovejas. Potter sabía que no era rival para los Malfoy y Scorpius también lo sabía.
Ya no tenía objeto continuar con el largo enfrentamiento, de modo que Scorpius dejó que su tía Rebbeca creyera que lo había persuadido de la conveniencia de ponerle fin. A ella le complacía pensar así y a el le gustaba complacerla. Rebbeca siempre había estado incitándolo a que se casara con una de las cuatro primas e hijas de Potter como la mejor manera de terminar para siempre con la enemistad entre los dos clanes, pero él no estaba dispuesto a llegar a tanto. Su único casamiento había terminado en forma sumamente trágica. Para Scorpius, eso era suficiente.
Arrugó el entrecejo, pensando cómo reaccionaría su tía cuando supiera dónde había ido él y se enterara de la destrucción total que le pedía la faceta oscura de su personalidad. Era muy posible que ella se alejara de la realidad y no regresara más.
Rebbeca Greengrass no había estado del todo bien desde que la guerra entre los Malfoy y los Potter empezó hacía cuarenta y siete años. Ella había presenciado la causa de esa guerra... aunque nunca contó lo que vio o dijo por qué James Potter, el padre de Harry, mató a los dos abuelos de Scorpius iniciando una enconada guerra que duró diez años y acabó con la mitad de los hombres de ambos clanes hasta que se estabilizó con incursiones periódicas realizadas con el solo propósito de apropiarse del ganado, una costumbre que en las Tierras Altas era tan común como respirar.
Quizá James Potter había estado loco. Quizá la locura era propia de su familia y Potter era loco. Eso era posible. Y a un hombre loco se le debe perdonar, hasta se le debe tolerar. Después de todo, ¿su propia tía no estaba un poco chiflada?
Scorpius se sintió más calmado cuando llegó a esta conclusión. No podía castigar a todo un clan por las acciones de un loco. Su terrible disgusto por todo el asunto disminuyó. Se vengaría adecuadamente, sí, pero no los destruiría a todos.
La niebla estaba levantándose rápidamente cuando Scorpius entró en el pequeño valle arbolado. Vio que podía atravesarlo en cuestión de minutos, pues la arboleda no tenía más de un centenar de metros de largo. Se había alejado casi un kilómetro de sus hombres, pero sin granjas a la vista empezaba a preguntarse si se encontraba en tierras de Potter, si no habían calculado mal y hecho un desvío demasiado grande cuando buscaban un sitio donde poder cruzar.
Entonces oyó algo y, como un relámpago, se deslizó de su silla de montar y corrió a ponerse a cubierto. Pero cuando escuchó otra vez reconoció el sonido de una risita cantarina, femenina.
Dejó su caballo atrás y avanzó sigilosamente entre los helechos y los árboles en dirección al sonido. A esa hora temprana el cielo aún tenía un color gris rosado y la niebla todavía se adhería a la tierra.
Cuando Scorpius la vio no quedó del todo seguro de si debía creer lo que sus ojos le indicaban. Una joven estaba de pie con el agua hasta la cintura en un estanque pequeño y la niebla giraba en remolinos alrededor de su cabeza. La joven parecía un hada del agua, un duendecillo irreal, y, sin embargo, lo suficientemente real.
La muchacha rió nuevamente y salpicó agua sobre sus pechos desnudos. El sonido encantó, hechizó a Scorpius. Quedó como hipnotizado por la muchacha, clavado donde estaba, mirándola cómo ella retozaba. La joven hacía mohínes y era evidente que se estaba divirtiendo mucho.
El agua debía de estar helada. La mañana era fría. Sin embargo, la muchacha no parecía notar la baja temperatura. Después de observarla un momento más, Scorpius también dejó de notar el frío.
Ella no se parecía a nada que él hubiera visto antes; era una beldad, sin duda alguna. En un momento ella se colocó de frente hacia él y él pudo contemplarla en todo el esplendor de su belleza. La piel perlada contrastaba maravillosamente con el pelo brillante de color rojo oscuro, casi magenta de tan brillante que era en su generosa longitud. Los mechones flotaban ondulantes alrededor de sus pechos, como tratando de acariciarlos, y esos pechos eran tentadores, redondeados, rosados y orgullosos en su gloria juvenil, con pezones puntiagudos y erectos a causa de lo helado del agua. La cintura diminuta complementaba los hombros esbeltos y el vientre tenso y plano que se hundía y emergía provocativamente del agua, revelando la suave eminencia de las nalgas cuando la muchacha se volvía. Las facciones de la aparición eran inconfundiblemente delicadas. Lo único que no estaba claro para Scorpius era el color de los ojos. Él no se encontraba lo suficientemente cerca y el reflejo del agua hacía que se vieran de un tono tan claro y luminoso de azul que parecía totalmente imposible. ¿Era su imaginación desbocada? Quiso acercarse más y comprobarlo con sus propios ojos.
Lo que en realidad deseaba era reunirse con ella en el agua. Era una idea demente, nacida del extraño efecto que ella estaba causándole. Pero si se acercaba más, ella desaparecería, demostrando así que después de todo no era un ser real, o gritaría y huiría. ¿Y si no hacía ninguna de las dos cosas? ¿Y si se quedaba allí y permitía que él la tocara? Scorpius, efectivamente, se moría de ganas de tocarla.
El sentido común se evaporó. Scorpius estaba dispuesto a quitarse la ropa y lanzarse al estanque cuando la muchacha murmuró algo que él no alcanzó a oír. De pronto hubo un ruido en el agua y la joven aferró un objeto caído de... ¿dónde? Scorpius se quedó asombrado. ¿Entonces ella era efectivamente un duende, un hada que podía invocar algo y hacer que apareciera?
El objeto resultó ser una pastilla de jabón y la muchacha empezó a frotarse con la generosa espuma. Ahora la escena era bastante simple: una muchacha bañándose en un estanque. La cualidad extraterrenal desapareció y Scorpius recuperó el sentido. Pero... ¿un trozo de jabón que caía al agua solo? Scorpius recorrió con la vista la alta orilla opuesta hasta que vio al hombre, o más bien al muchacho, sentado sobre una roca de espaldas a la muchacha. ¿Era el guardián de la beldad? Difícilmente podría serlo. Pero, no obstante, era evidente que estaba cuidándola.
Scorpius sintió todo el peso de la decepción que cayó sobre él ahora que supo que no estaba solo con la muchacha. La presencia del joven lo devolvió a la realidad. Tenía que marcharse, y como para señalarle la locura que estaba cometiendo con esa pérdida de tiempo, los primeros rayos del sol se abrieron paso hasta el pequeño valle indicando los minutos de tiempo que él había desperdiciado. Su primo y los demás habrían vuelto todos a reunirse con los hombres junto al río y ahora debían de estar aguardándolo.
Súbitamente Scorpius se sintió mal. Después de haber observado a la joven y de haberse sentido transportado a lo que parecía un plano fuera de la realidad, quedó abrumado por el contraste entre la hermosa escena que tenía delante y la escena sanguinaria que vería poco más tarde. Y, sin embargo, así como no podía evitar lo que pronto iba a suceder, le sería imposible olvidar lo que estaba contemplando. Ambas cosas parecían inevitables.
La última mirada que Scorpius le lanzó a la hermosa muchacha estuvo cargada de deseo. Rayos de sol caían ahora sobre el estanque y uno alcanzó a la muchacha y le inflamó el cabello como un estallido de llamas. Con un suspiro, Scorpius se volvió. Esa última visión de la mística jovencita quedaría grabada largo tiempo en su memoria.
Cuando cabalgaba de regreso adonde esperaban sus hombres, Scorpius sólo pudo pensar en la muchacha. ¿Quién era ella? Podía ser una del clan Potter, hija de un granjero, aunque a Scorpius eso le resultaba difícil de creer. ¿Qué hombre con una hija tan hermosa la dejaría bañarse desnuda en un estanque al aire libre? Y Scorpius odió el pensamiento de que ella pudiera ser una Potter. Hasta una mendiga que estuviese de paso por las tierras de Potter sería preferible a aquella otra posibilidad.
"Ciertamente, la muchacha podía ser una mendiga -pensó Scorpius-, que estuviese bañándose en el estanque antes de detenerse en Tower Esk con la esperanza de que le dieran algo." El país estaba lleno de mendigos, especialmente en las Tierras Bajas, donde las iglesias eran más numerosas y las gentes se mostraban más piadosas y caritativas. Pero, ¿una mendiga tan hermosa? Posible, pero dudoso. ¿Qué era ella, entonces? ¿Podría él saberlo alguna vez?
El deseo de regresar al vallecito y averiguar quién era ella era muy fuerte, pero sus hombres estaban a la vista y ahora la niebla se había aclarado y a lo lejos, en la cima de su colina fortificada, podía verse Tower Esk. También se veían numerosas granjas dispersas en el páramo. Había llegado la hora.
Pero Scorpius no se sentía tan inclinado como antes a la devastación. La hermosa muchacha había calmado su cólera, lo mismo que el recuerdo de su tía y el pensamiento de los efectos que tendría sobre ella la reanudación de la lucha. Un daño por otro daño sería el pago que exigiría, pero Scorpius se mostraría misericordioso. Cuando llegó donde estaban sus hombres, explicó su cambio de planes. Su palabra era ley, de modo que aquellos que sintieran que él estaba mostrándose demasiado blando podrían irse al demonio.
Tres granjas fueron destruidas esa mañana, pisoteadas las cosechas y arreado todo el ganado. Pero se perdonó la vida a las mujeres y los niños, aunque se les obligó a presenciar cómo ardían sus hogares. Los granjeros que quisieron pelear, pelearon... y murieron. Aquellos que no pelearon salvaron sus vidas.
Scorpius se demoró en el escenario de su venganza, esperando que Harry Potter viniera, si se atrevía. Puso fuego a granjas que podían verse desde las almenas de la torre, pero su banda de hombres era grande y él sabía que Potter no podía permitirse una respuesta. En realidad, fue un desafío a la venganza, destinado a humillar a su enemigo. Una vez que sus hombres quedaron satisfechos con la victoria, se retiró.
La guerra había empezado otra vez. Scorpius no estaba contento con eso. En su casa tenía problemas suficientes para molestarse con los distantes Potter. Los Potter se lo habían buscado, y él se lo daba.
Pero ese día, en el largo viaje de regreso, Scorpius no planeó futuras incursiones. En cambio, pensó en una hermosa muchacha en un vallecito oculto por los árboles, una mística doncella con la piel blanca y brillante, el cabello como la flama más oscura.
( L|S )
La primera novela de éste foto. Se llama "Una dulce enemistad" y es de Johanna Lindsey.
Cantidad de palabras: 2.416
me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa me fasinaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminar